viernes, 21 de agosto de 2015

Subestimar el matrimonio es dañar a la familia.

El Matrimonio: Núcleo de la familia


Todos coinciden que la familia es la célula de la sociedad y sin ella ninguna sociedad es posible. Sin embargo, nunca como hoy la familia es atacada en sus propios cimientos cuál es el matrimonio. Si la familia es la célula de la sociedad, el matrimonio es el núcleo de la familia y la célula, sin núcleo, simplemente no existe.

Yo pregunto a todos aquellos que atacan o relativizan la formalidad matrimonial,¿qué alternativas proponen para no desestabilizar esta sociedad?. El matrimonio, que es la institución base de las demás instituciones y la más simple de la sobrellevar por el mínimo número de sus miembros que son dos, ¿cómo podrá subsistir otras que alcanzan a cientos, miles y millones?. Definitivamente, algún virus mental está erosionando la inteligencia de muchos intelectuales que no le disponen al matrimonio la trascendencias del que debe ser el objeto por ser el pilar de la estructura social.

Dios no se equivocó cuando la instituyó indisoluble. No lo hizo para atormentar la existencia de las parejas con algo insoportable sino que nos confió algo indispensable: un tesoro de estabilidad emocional; y confió en nuestra madurez espiritual para encarar las fricciones lógicas de dos seres con diferencias externas e internas.

En un arranque de inconformidad debido a la propia incapacidad para limar las asperezas que aparecen en toda relación; no podemos pedir camnios de regla y exigir el divorcio eufemísticamente llamado el mal menor. Además hay posiciones absurdas en una sociedad civilizada como defencer la informal convivencia e con el infeliz argumento de evitar el trauma y la culpabilidad que acarrear el fracaso matrimonial.

No solamente el hombre no debe separar lo que Dios ha unido, sino aumentar la unión matrimonial porque es el único factor de sostén para la armonía y equilibrio de la sociedad humana.   

 

lunes, 10 de agosto de 2015

Es mejor sufrir y luego disfrutar que disfrutar y luego sufrir.

El misterio revelado del camino angosto


La gracia de Dios es infinita no lo digo en sentido general, sino en sentido puntual. Todos saben la significación de los dos caminos. El camino ancho es la disipación, los placeres del mundo, el desenfreno el despilfarro, el pasarla bien y vivir el momento. En cambio el camino angosto es la renuncia, el sufrimiento, la sensatez, temor de Dios y vida en Santidad.

Pero lo que hace Jesucristo con el camino angosto es una sobregracia, ya que introduce a los elegidos en un camino donde solo se puede transitar de a uno, de manera que aquel quiera retornar ya no puede porque hay muchas detrás de él y la estrechez del espacio hace imposible el regreso; lo que no ocurre con el camino ancho ya que cualquiera que desande lo andado logrará escabullirse y volver a su antigua idolatría.

Yo me congratulo de la generosa astucia de Jesucristo al hacer del camino angosto un auténtico camino a la santidad y que una vez más manifiesta la enorme gloria del Señor.



domingo, 9 de agosto de 2015

La vida que me has dado

Mi vida y yo


Confieso que fui presa de la vanidad y preso del desconocimiento, hasta que en un día me descubriste tu Seño, que todo lo conociendo por mi, era la suma de la suma de todos los errores vividos por mí hasta entonces.


En un momento crucial y álgido de la vida, tu llegaste y todo mi horizonte gris se iluminó bajo la tibia luz de tu infinita bondad; y que la azarosa vida del cual hacía alarde de propiedad, no era mío; si no que tu me la agraciaste transitoriamente para que yo pudiera disfrutar de ella, pero lo admirable es, Señor que también me había dado un yo que ese momento desconocía.


Yo pensaba que mi vida era yo, y el yo era mi vida; para eso sentía que podía hacer con ella lo que yo quisiera y siempre lo hice recorriendo los anchos caminos del pecado; y me sentía bien mientras pecaba, pero jamás fui feliz  Será que no era para eso que me dista la vida, no lo estaba conduciendo bien.


Ahora que tengo un yo que realmente es mío, porque tú me lo has cedido a perpetuidad; permíteme administrar bien esta vida temporal que al final de los tiempos debe retornar a tí y que este temporal que al final de los tiempos debe retornar a ti y que este yo insensato pueda gozar la eterna luz de tu divina presencia.