miércoles, 29 de abril de 2015

El cristiano sufre con amor.

Sufrimiento: Alegría del cristiano.



El cristiano es un ser diferente: controversial y contradictorio. Rompe los esquemas de una persona normal, porque sufre estoicamente todo tipo de injusticias y maltratos pero de su boca no sale ni un gemido. Sus ojos no reflejan tristeza sino una constante serenidad y un brillo misterioso casi espiritual. Su rostro es la expresión de bondad y ternura en medio de la maldad.


¿Es acaso un masoquista?, pues dejenme decirles que un poco pero no es el punto. El punto es que el cristiano ve el sufrimiento como una manera de congraciarse a Dios. Por dos y simples razones; uno por sus propios pecados y el otro por los retos de la vida que Dios le da, y que sin ellas, ésta sería aburrida.


El primer tipo de sufrimiento, lo “goza” en el terreno ordinario de los demás; con las mismas debilidades, impotencias, siempre sujeto a ser vencido por la propia concupiscencia, pero experimenta la alegría del perdón y del sentirse amado.  El segundo lo coloca porque es mucho más profundo, en nivel de martirio, es decir de los sufrimientos de Cristo. Es un sufrimiento acrisolar; muchas veces incomprensible e insondable como todo accionar de Dios, este es el sufrimiento que el cristiano se somete porque una voz inefable con resonancia indescriptible lo invita a aceptarlo con alegría.


No es una alegría explosiva, estridente, ni estentórea de júbilo y de ánimo. Más bien, es una alegría íntima, serena, contemplativa, reflexiva que predispone toda su mente y todo su ser al compromiso del Evangelio.


Ser cristiano es una escogencia, una elección de Dios, por lo tanto, no puede sustraerse a esta gracia; de esta incomparable misión de anunciar la salvación a todos sin excepción, así es, sufrir un poco es la clave de la misión de un cristiano. Llevar consigo esa pesada cruz por sus pecados y caerse pero nunca desistir. Y tratar de mantenerse alejado de la basura que está cargada su mente y su corazón, con proyectos idólatras totalmente alejadas del camino de Dios.


Y la pregunta que se hace el cristiano es - Señor, ¿por qué a mi? - y el señor lo mirará con ternura y amor y le dirá con una sonrisa - “Porque así lo quiero hijo mio, así lo quiero”. Entenas, se producirá en su interior un explosión de perpleja alegría como en la anunciación a la Virgen María y con un indecible gozo responderá como ella:


“Hágase Señor en mí tu Santa Voluntad”   
Resultado de imagen para hagase en mi tu voluntad

domingo, 26 de abril de 2015

Una simple virtud.

ABNEGACIÓN: Virtud desechada.

¿Se puede deshacer una virtud y enviarla al cofre del olvido? Parece que sí. Esto es lo que ha sucedido con la abnegación, una virtud y una palabra que no aparece en los libros de textos escolares, en los diálogos ni en los libros literarios.
¿Qué ha sucedido?, ¿por qué esta humanidad ha dejado de lado las manifestaciones más nobles y sensibles del hombre hacia el prójimo?. Sería bueno ante todo rememorar el significado de esta virtud que la mayoría omite de su conversación.
La abnegación no es un valor humano sino una virtud divina, y por lo tanto, desciende de lo alto; de lo íntimo de Dios al corazón del hombre y provoca la propia renuncia a su propio a su bienestar en favor de quienes sufren inconsolablemente las miserias del dolor, la enfermedad y la frustración. Es una virtud alturista y edificante para quienes donan.
Hasta tiempos recientes, las mujeres eran el símbolo de la abnegación como madre, esposa e hija. Cuando se escuchaba esta palabra por antonomasia los hijos recordaban a la madre, los hombres a su esposa y los padres a su hija.
No debemos olvidar que el mayor ejemplo de abnegación fue configurado por la sagrada familia de Nazareth: José, María y Jesús; la renuncia de José a sus derechos esponsales sobre María, la aceptación de María de someterse a lo que diría la gente, y del mismo Jesús, hacer el absurdo de morir en la cruz.
La modernidad que ha desplazado la empatía social del hombre hacia el egocentrismo a despojado este don divino de sus afectos. Es una virtud que requiere el sacrificio, paciencia, generosidad, desprendimiento y tembién mucho sufrimiento, por lo tanto, a veces resulta no muy agrdable, pero sería bueno recuperarlo y no deshecharlo.


domingo, 5 de abril de 2015

Las ocurrencias

PEQUEÑAS PREGUNTAS GRANDES RESPUESTAS.

Las preguntas de un hombre y las respuestas de Dios.

Hombre: Señor, ¿quién soy yo?
Dios: Una parte de mi.

Hombre: Señor, ¿qué es el hombre?
Dios: Es la mitad de mi amor.
Hombre: ¿Y la mujer?
Dios: La otra mitad de mi amor.
Hombre: ¿Y los hijos?
Dios: La continuidad de ese amor.

Hombre: Señor, ¿qué me impide amar?
Dios: El miedo
Hombre: ¿Qué es el sexo?
Dios: La eternidad.

Hombre: Señor, ¿qué es la vida?
Dios: Un tiempo de gracia.
Hombre: ¿Qué es la vejez?
Dios: La cercanía a la eterna juventud.
Hombre: Pero ¿y la muerte?
Dios: Solo un tránsito.

Hombre: Señor, ¿qué es la fe?
Dios: Aceptar mi voluntad.
Hombre: Y yo,  ¿tengo fe?
Dios; Aún no te lo he dado.
Hombre: ¿Qué es la esperanza?
Dios: Eso.

Hombre: Señor, ¿qué es la alegría?
Dios: Cuando recibes.
Hombre: ¿Y la felicidad?
Dios: Cuando das.

Hombre: Señor, ¿qué es la caridad?
Dios: Asumir el sufrimiento de otro.

Hombre: Señor, ¿qué es la misericordia?
Dios: Setenta veces siete.
Hombre: ¿Y el perdón? 
Dios: Un pedazo de cielo.
Hombre:  Y, ¿En dónde está ese cielo en el que habitas?
Dios: En el bien, en la verdad y la justicia.

Hombre: Señor, ¿por qué la justicia humana es falsa?
Dios: Porque está dominada por el dinero.
Hombre: ¿Qué hacemos con los abogados?
Dios: Perdónalos porque no saben lo que hacen.

Hombre: Señor, ¿dónde está el infierno?
Dios: En la desconfianza.
Hombre: ¿Qué es el infierno?
Dios: Vivir para sí.

Hombre: Señor, ¿qué es lo que más te ofende?
Dios: Nada
Hombre: ¿Hay algo que no puedas hacer?
Dios: Dejar de amar.

Hombre: Por último señor, ¿ qué hay más allá del infinito?
Dios: Otro infinito.