Dos joyas

Jesús hablaba con total autoridad, dejando perplejos, sorprendidos y descontentos a los escribas y fariseos; maravillados y complacidos con los demás.
¿Por qué irradiaba tanta autoridad Jesús que hasta los demonios obedecían?, obviamente, era la manera tan directa y nueva de decir la verdad y encarar las situaciones que emanaba de su ser y era constitucional en él. Todas las respuestas, dichos y sentencias de Jesús tienen una belleza inapreciable por su contenido pero hay dos que son joyas dignas de destacar.
El primero ante un hecho fortuitamente social. Una mujer pillada en flagrante adulterio es llevada a su presencia, para cogerlo en cualquiera de las respuestas. Jamás, esperaron semejante reacción de Jesús ante tanta perversidad. “Aquel que esté libre de pecado que tire la primera piedra”: Y que tal pedrado en el opoteurte del corazón y la mente de los hipócritas y malvados.
El otro es una coyuntura política de sujeción y descontento al poder de turno. Como respuesta, a la licitud de pagar el impuesto o no al opresor, tomar un denario (elemental circulatorio en ese entonces) le muestra la cara y la inscripción y pregunta ¿De quién es esta cara?, “del César” le responde, “pues lo del César devolvédselo al César y lo de Dios devolvédselo a Dios” y quedaban boquiabiertos y sin aire.
¡Qué respuesta más feliz, genial, contundente, brillante, son aristas y con verdad inaudita!, esta magnificencia, este modo tan singular de absorber progantasmediciones y responder tan inesperado y sorprendente no lo encontramos en ningún en ningún personaje de la historia universal: sean filósofos griegos, mordistas chinos, ascetar hindúes, pensadores modernos o intelectuales contemporáneos ninguno le dan la talla a Jesús, todas sus respuestas no pasarían de explicativas, aplicativas y una que otras anecdóticas pero no más.
Pero lo más conmovedor, estremecedor es los insólito de Jesús en renunciar a su autoridad. Ante el ofrecimiento de Pilotos por ser la autoridad momentánea y por tanto dispar de perder para liberarlo, responde Jesús con apacible serenidad “no tuvieras poder alguno sobre mi sino se te hubiera dado desde lo alto” y escrutando el interior le dirá “Yo soy ese de lo alto por única vez la autoridad divina se somete a la justicia humana”.
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