lunes, 18 de mayo de 2015

Me gustaría tener riqueza.... de la buena.

El peligro de las Riquezas.

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Hay un gran misterio en las riquezas: A uno le toca mucha a otros poca, a estos lo máximo a esos lo mínimo, a aquellos en exceso a aquellos nada.

Se han publicado infinidades de textos de cómo hacer seres con fortuna; y desde que la humanidad se conveirtió en sociedad, hasta hoy, nadie ha encontrado una fórmula para cerrar esa brecha entre los ricos y los pobres; es más, parece que la misma se hubiera acrecentado, porque la miseria ha aumentado a una cifra alarmante y sobrecogedora en las estadísticas: La mitad de la población mundial la sufren.

En todas las obras que proponen la manera de hacerse millonario, la regla es simple: Trabajo y constancia. ¿Será así?, ¿Será cierto que a la mitad de la población no le simpatiza el trabajo y que tampoco tienen perseverancia y corren al esfuerzo y  a la dedicación?
Pues déjenme decirles que es una conclusión disparatada. Pero vayamos desvelando los misterios, de los cuales tengo tres ejemplos dignos de tomarse en cuenta.

  1. Hay individuos que nacen con una ambición enfocada a la acumulación, y si no es en las primeras oportunidades, al décimo intento lo consiguen; como si Dios premiara su obstinada persistencia concediéndole por fin eso que incansablemente y con tanto afán buscó.
  2. Hay también de esos que sin saber mucho de economía y números se encuentran con las condiciones favorables y las coincidencias necesarias para llegar a ser un acaudalado y próspero hombre de negocios: Un gran empresario, reconocido, triunfador, aplaudido y hasta envidiado. Sí, hablamos de los presidentes… Es broma.
  3. Hay muchos, que por más que se afanan los resultados no son de lo esperado y no pasarán del término medio y se sentirán frustrados y decepcionados al compararse con los exitosos.

Lo grave de estos “Tres ejemplos”:

En los dos primeros casos se envanecerán y creerán que lo merecen: los halagos de los amigos y allegados los convencerán que es así, y muy pocos, poquísimos darán gracias a Dios, o según su creencia. En el tercer se deprimirá, paseara su fracasada humanidad en todas las reuniones preguntándose; en qué falló, qué le faltó, masticando quejosamente su indescifrada mala suerte.

El real peligro de las riquezas estriba en que total o parcialmente a unos más y a otros menos, siempre, pero siempre corrompen la sana relación con Dios. Te aparta de su camino y la sintonía real con la sociedad. Justamente por eso dice Jesús:


“Cuán difícil que un rico entre al reino de los cielos. ”

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