El peligro de las Riquezas.
Hay un gran misterio en las riquezas: A uno le toca mucha a otros poca, a estos lo máximo a esos lo mínimo, a aquellos en exceso a aquellos nada.
Se han publicado infinidades de textos de cómo hacer seres con fortuna; y desde que la humanidad se conveirtió en sociedad, hasta hoy, nadie ha encontrado una fórmula para cerrar esa brecha entre los ricos y los pobres; es más, parece que la misma se hubiera acrecentado, porque la miseria ha aumentado a una cifra alarmante y sobrecogedora en las estadísticas: La mitad de la población mundial la sufren.
En todas las obras que proponen la manera de hacerse millonario, la regla es simple: Trabajo y constancia. ¿Será así?, ¿Será cierto que a la mitad de la población no le simpatiza el trabajo y que tampoco tienen perseverancia y corren al esfuerzo y a la dedicación?
Pues déjenme decirles que es una conclusión disparatada. Pero vayamos desvelando los misterios, de los cuales tengo tres ejemplos dignos de tomarse en cuenta.
- Hay individuos que nacen con una ambición enfocada a la acumulación, y si no es en las primeras oportunidades, al décimo intento lo consiguen; como si Dios premiara su obstinada persistencia concediéndole por fin eso que incansablemente y con tanto afán buscó.
- Hay también de esos que sin saber mucho de economía y números se encuentran con las condiciones favorables y las coincidencias necesarias para llegar a ser un acaudalado y próspero hombre de negocios: Un gran empresario, reconocido, triunfador, aplaudido y hasta envidiado. Sí, hablamos de los presidentes… Es broma.
- Hay muchos, que por más que se afanan los resultados no son de lo esperado y no pasarán del término medio y se sentirán frustrados y decepcionados al compararse con los exitosos.
Lo grave de estos “Tres ejemplos”:
En los dos primeros casos se envanecerán y creerán que lo merecen: los halagos de los amigos y allegados los convencerán que es así, y muy pocos, poquísimos darán gracias a Dios, o según su creencia. En el tercer se deprimirá, paseara su fracasada humanidad en todas las reuniones preguntándose; en qué falló, qué le faltó, masticando quejosamente su indescifrada mala suerte.
El real peligro de las riquezas estriba en que total o parcialmente a unos más y a otros menos, siempre, pero siempre corrompen la sana relación con Dios. Te aparta de su camino y la sintonía real con la sociedad. Justamente por eso dice Jesús:
“Cuán difícil que un rico entre al reino de los cielos. ”

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